Hay imágenes de la llegada del agua en el barranco del Poyo y también en el de La Saleta el 29 de octubre que algunos han comparado con el avance de un monstruo imparable, una lengua de barro preñado de cañas que anunciaba la destrucción que llegaría solo unos minutos después.
Tan rápidos como el agua, tan sucios como el lodo y tan imborrables como las imágenes de la tragedia, los bulos se extendieron en su mejor caldo de cultivo -las redes sociales- de forma más veloz que la información veraz basada en las escasas fuentes oficiales que lograron enhebrar un relato de la realidad con los funestos datos que, a cuenta gota, iban llegando.
En el todo vale de la mentira las cifras de muertos crecían exponencialmente y las teorías conspiranóicas dirigidas por sectores extremos cual labor de z

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