Siete grupos radicales enquistados en universidades públicas y cuatro células terroristas al acecho para adiestrar a los estudiantes, instrumentalizarlos en asonadas y acciones anarquistas, conforman una amenaza latente que cada tanto emerge de las sombras para aterrar a los habitantes de Bogotá.
Su presencia, a menudo clandestina, volvió a padecerse con violencia en el ataque del pasado 17 de octubre a la Embajada de EE.UU. Decenas de manifestantes se agolparon a las afueras de la sede diplomática y chocaron contra los escuadrones antimotines. Los encapuchados arremetieron con piedras, palos, machetes, bengalas y flechas, tan afiladas que perforaron las armaduras de los uniformados, dejando heridos a cuatro de ellos.
En ese momento, el presidente Gustavo Petro no tuvo más remedio que pr

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