El Mal de Parkinson, una enfermedad neurodegenerativa que deteriora las células encargadas de producir dopamina, afecta actualmente a más de 8,5 millones de personas a nivel global. Si bien el envejecimiento y la predisposición genética son factores de peso, la ciencia ha confirmado que la mayoría de los casos no son hereditarios, sino que están vinculados a factores ambientales y hábitos de vida.

Este nuevo enfoque abre una ventana de esperanza: el Parkinson no sería un destino inevitable, sino una condición que puede prevenirse o retrasarse adoptando conductas protectoras en la vida cotidiana.

A continuación, tres hábitos respaldados por estudios científicos que pueden reducir el riesgo neurológico y fortalecer la salud cerebral a largo plazo.

1. El poder preventivo del café y el té

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