Lando Norris se movió con una serenidad contrastante con el vértigo de la pista. Su dominio hegemonizó tanto sus reflejos como su mente. Administración de la fatiga, resistencia a las fuerzas G opresoras del cuerpo a más de 300 kilómetros por hora y un cálculo de cada curva con la fría inteligencia de un estratega respaldado en un equipo eficiente al tope desde el sábado. Al ganador del Gran Premio lo distingue igualmente la velocidad como la gestión de la carrera.
En la pista del Autódromo Hermano Rodríguez como en la vida diaria de las grandes urbes hay similitudes y demostración de habilidades. En la Ciudad de México, las instituciones han aprendido que la transformación no depende de la potencia, sino de la estabilidad.
Gobernar es, en cierto modo, conducir un monoplaza a la mayor ve

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