El brillo de los conciertos en Lima Norte ocultaba un circuito de dinero sucio que se movía entre cuentas personales, empresas pantalla y negocios de fachada. El nombre de Adam Lucano Cotrina, conocido como “El Jorobado”, encabezaba una estructura que utilizó el espectáculo para lavar fondos obtenidos por extorsión. Detrás de los escenarios y del sonido de las orquestas más conocidas del país, se escondía una maquinaria económica que movió más de S/25 millones en seis años.
La División contra el Crimen Organizado (DIVINCO) y la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) rastrearon cientos de operaciones que, aunque parecían menores, formaban un patrón. Eran depósitos en efectivo, transferencias entre empresas vinculadas y compras de bienes que, con el tiempo, consolidaron una red c

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