Matías Almeyda es muy transparente y le cuesta esconder sus emociones. Con el paso de las jornadas lo vamos conociendo mejor y ofrece más datos sobre sus pensamientos. Nada más acabar el partido en San Sebastián, el técnico argentino atendió a la prensa con menos ganas de hablar que en otras ocasiones. Hizo un análisis más superficial y rápido, circunstancia que demostraba el enfado que lo consumía por dentro. Y así era.

Almeyda acabó explotando en el vestuario. Fue la primera vez que los jugadores vieron ese perfil tan duro de su entrenador. Les echó en cara los errores impropios que cometieron y que les impidieron sacar algo positivo. Una historia que se repetía días después de entregarle al Mallorca el regalo de los tres puntos en el Sánchez-Pizjuán. El asunto se quedó en una bronca

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