El 11 de enero de 2017, nueve días antes de asumir la presidencia por primera vez, Donald Trump reveló cómo planeaba gestionar su negocio multimillonario mientras estuviera en la Casa Blanca. No vendería sus activos. Ni se los daría a sus herederos. Tampoco crearía un fideicomiso ciego ni empoderaría a un ejecutivo independiente. Pero había una línea que prometió no cruzar jamás: no habría nuevos acuerdos comerciales en el extranjero. “Durante el fin de semana”, explicó el presidente electo en una conferencia de prensa en la Torre Trump, “me ofrecieron 2,000 millones de dólares para cerrar un acuerdo en Dubái, varios acuerdos. Y los rechacé”.
Ocho años después, los Emiratos Árabes Unidos, sede de las metrópolis de Dubái y Abu Dabi, se convirtieron en un centro de expansión internacional d

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