Detrás de cada bolsa hay manos que se levantan temprano: Yomara Jacquez Pérez, al frente del banco, junto con la nutrióloga Michelle Vargas, no solo planifican menús, sino momentos. “No se trata solo de llenar estómagos —dice Vargas—, es enseñar que comer bien no es un lujo, es un derecho que se puede construir con lo que tenemos a la mano”. Y eso se ve en los ojos de los niños, que corren a recibir su lonche con risas, sin pedirlo, como si ya lo esperaran.
La escuela, humilde pero llena de vida, acogió con los brazos abiertos a quienes llegaron con bolsas de alimento y también con charlas cortas, cercanas, en las que se habla de frutas, de agua, de dejar de lado lo procesado. Nadie dio sermones. Solo se compartió: “Mira cómo se ve la sandía cuando está madura”, “¿Sabías que la gelatina t

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