Solo ajusta el vestido blanco, se toca el vientre con la punta de los dedos —como si aún no creyera que ahí, dentro de ese silencio, crece algo más que un latido— y sonríe sin mirar al espejo.
Los malestares empezaron en medio de una toma. Temblores en las piernas tras estar horas de pie, mareos que confundió con estrés, cansancio que no se iba ni con café ni con sueño. Nada de lo que le recetaron funcionó. Hasta que, una mañana antes de grabar “Jaula de oro”, se miró al espejo y preguntó: “¿Y si no es cansancio? ¿Y si es otra cosa?”
La prueba dio positivo. No lo esperaba. No lo planeó. A los 39, con una carrera que se rearmaba entre canciones nuevas y giras que nunca cerró del todo, se encontró frente a un nuevo ciclo que no estaba en su agenda. “Me había dicho que ya era hora de cerra

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