A una semana de haberse declarado el estado de emergencia en la capital, el transporte público continúa sumido en el caos, agravado por el avance imparable de la criminalidad. Los usuarios enfrentan diariamente robos en buses, paraderos inseguros y la presencia de bandas que operan con total impunidad en horas pico. La medida presidencial, que prometía devolver la tranquilidad a las calles, no ha logrado frenar la ola delictiva que azota a miles de ciudadanos.

Conductores y cobradores denuncian que la presencia policial es insuficiente y que los operativos anunciados no se han traducido en una mejora tangible. Las rutas más conflictivas siguen siendo escenario de asaltos, extorsiones y agresiones, mientras que los pasajeros optan por caminar largas distancias o pagar servicios informales

See Full Page