En Tlalpan , una madre de 27 años, quien prefirió no dar su nombre, armó el disfraz de su hijo con una sábana, dos botellas de refresco y un marcador rojo. “Le dije que era un fantasma con resaca ”, cuenta entre risas. “Él lo llamó ‘el espíritu del chicle perdido’. Nadie lo entiende, pero todos se ríen.” Esa misma creatividad se repite en colonias como Iztapalapa, Nezahualcóyotl y Tepito, donde las ferias de segunda mano se convierten en talleres improvisados de costura y reciclaje creativo.
Según datos de la Cámara Nacional de la Industria de Transformación , las ventas de disfraces importados cayeron un 34% en comparación con el año pasado, mientras que los productos hechos en México —aunque no siempre etiquetados como tales— aumentaron un 58%. Las tiendas de telas, los mercado

El Diario de Sonora

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