Después de más de diez años tejiendo leyendas en la Premier League, el surcoreano se presentó en Los Ángeles sin ruido de prensa, sin desfiles, sin declaraciones bomba. Solo con una camiseta, un ritmo implacable y nueve goles en diez partidos. Nadie lo esperaba así. Nadie imaginó que su impacto sería tan inmediato, tan brutal, que incluso los más escépticos de la liga tuvieron que reescribir sus tesis sobre el fútbol en Estados Unidos.

El salario de 10.368.750 dólares lo coloca como el segundo mejor pagado de la competencia, pero lo que realmente despierta curiosidad es cómo su valor se construyó: no por el nombre, sino por la eficiencia. En un deporte donde muchos fichajes se miden por la publicidad, él se mide por la red. Sin excesos. Sin gestos. Solo goles que cambian par

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