Nvidia ya vale más de 5 billones de dólares. La suma del precio de sus acciones en la apertura de Wall Street ha alcanzado hoy esta cifra histórica, consolidándola como la empresa más valiosa del mundo (un billón por encima de Apple) gracias a su posición clave en el negocio de la inteligencia artificial. Un sector en el que aumentan las voces que constatan la “sobreexcitación” de los mercados ante una tecnología aún en desarrollo y que avisan de la repetición de patrones vividos durante la burbuja de las puntocom .

El auge de Nvidia se fundamenta en un tipo de procesador llamado GPU, siglas en inglés de unidad de procesamiento gráfico. Antes de la popularización de la inteligencia artificial, el uso principal de estos componentes y sus chips fueron los videojuegos y los programas de diseño. La compañía, fundada en 1993, pasó tres décadas recluida en ese nicho de mercado. Sin embargo, tras la salida a la luz de ChatGPT a finales de 2022, su mercado explotó.

El motivo es que las GPU son también los mejores procesadores para entrenar y operar sistemas de IA. Cada chatbot, generador de imágenes o sistema de conducción autónoma necesita una potencia de cálculo masiva, y hoy esa potencia la suministra casi en exclusiva Nvidia, que controla más del 90% del mercado de procesadores gráficos y hasta un 98% del de aceleradores de IA. La fiebre de los centros de datos se nutre casi por completo de productos de Nvidia.

Sus chips se han convertido en uno de los componentes más apreciados de toda la economía actual. Su división de centros de datos pasó de reportarle unos ingresos de 3.616 millones de dólares en el último trimestre de 2022 a los 41.096 millones del segundo trimestre de 2025. Ahora supone casi el 90% de los ingresos de la compañía, que en esas últimas cuentas presentadas en julio, alcanzó un beneficio neto de 26.400 millones de dólares (21.100 millones de euros) con un margen operativo del 57%.

Ecos de otra burbuja

Los resultados económicos de Nvidia han disparado su cotización a cifras nunca antes vistas que, sin embargo, contrastan con los resultados del resto de grandes tecnológicas estadounidenses. Apple, Microsoft o Google siguen obteniendo mayores beneficios que Nvidia , pese a tener valoraciones mucho más bajas.

Es uno de los síntomas de que el mercado está “sobreexcitado” en lo referente a la inteligencia artificial, según ha reconocido uno sus principales magnates, el director ejecutivo de OpenAI Sam Altman. “Definitivamente hay una posibilidad”, ha admitido Mark Zuckerberg, fundador de Facebook, al ser preguntado sobre si hay una burbuja en torno a esta tecnología que podría explotar como la de las puntocom.

Se trata de la fiebre inversora de finales de los noventa que infló hasta el absurdo las valoraciones de las primeras empresas de Internet. Su explosión destruyó aproximadamente 5 billones de dólares de valor de mercado, la misma cifra que hoy alcanza Nvidia y más del doble de lo que hoy valen Meta y OpenAI juntas.

El Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco de Inglaterra o medios de prestigio en el sector como  The Economist  han alertado en las últimas semanas sobre el riesgo de una “fuerte corrección del mercado” en las acciones vinculadas a la IA, citando valoraciones “hinchadas” que parecen estar “muy por encima de los fundamentos lógicos”.

Fotografía de archivo del fundador y director ejecutivo de Nvidia, Jensen Huang.

Entre los patrones que corren el riesgo de repetir lo vivido en la explosión de las puntocom está la financiación de proveedores. A finales de los 90, los fabricantes de telecomunicaciones financiaron a sus clientes para construir la fibra de Internet, una práctica que terminó llevándolos a la ruina. Ahora Nvidian ha firmado acuerdos similares con OpenAI, a quien financiará con 100.000 millones de dólares para que compre sus GPU. Otros gigantes, como Microsoft, también han invertido en la empresa de Altman para permitirle contratar su potencia de cálculo.

En sus declaraciones públicas, Jensen Huang, CEO de Nvidia, ha negado sistemáticamente la existencia de una burbuja de IA. “No creo que estemos en una burbuja de IA”, ha afirmado. Su argumento principal es que la situación actual es “dramáticamente diferente” de la burbuja de las puntocom del año 2000.

Según Huang, la diferencia fundamental radica en la naturaleza de la inversión. Mientras que la era puntocom se basaba en la especulación sobre empresas a menudo sin ingresos, la inversión actual en IA representaría una transición en la infraestructura informática global. Desde un modelo de “computación de propósito general” a uno de “computación acelerada”, capaz de potenciar los sistemas de IA. Un modelo en el que sus productos seguirían siendo claves.

Temores en EEUU

La posible financiación de proveedores es un esquema que se repite especialmente en empresas de EEUU. El FMI ha llegado a cuantificar la sobrevaloración de la bolsa estadounidense en un 10%, empujada por capitalizaciones como la de Nvidia. Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal del país, comparte estas preocupaciones. “Estados Unidos está experimentando una cantidad inusualmente grande de actividad económica gracias al desarrollo de la IA”, afirmó en septiembre.

Una situación que se da a la vez que se ralentiza el desarrollo de la tecnología. La actual fase de la inteligencia artificial generativa parece haber llegado a su pico, en el que grandes inversiones producen solo mejoras marginales . A la vez, la prevalencia de fallos (como las alucinaciones, como se conoce al fenómeno que lleva a la IA a inventar información cuando sufre un vacío de conocimiento) hace que su aplicación comercial aún sea acotada y no exista un modelo de negocio claro que justifique las cifras de inversión que se dan en el sector.

En este sentido, lo que afirman los magnates de la IA es que el gasto en poder de computación no se perderá. “La infraestructura se construye, la gente se endeuda demasiado, luego se produce algún bache y muchas de las empresas acaban quebrando, los activos se devalúan y es una gran oportunidad para comprar más”, coincide Mark Zuckerberg sobre lo ocurrido durante otras burbujas tecnológicas.