Por mucha planificación que haya, por mucho talento o inversión, siempre hay un elemento sorpresa que convierte cada partido en un espectáculo único. Es esta incertidumbre la que hace vibrar, reír, sufrir y celebrar a millones de personas. Cuando sucede lo inesperado, el tiempo parece suspenderse y el público, incluso desde la distancia, siente que está viviendo algo irrepetible.

La historia reciente del deporte ofrece innumerables ejemplos de ello. Partidos que parecían decididos y acabaron convirtiéndose en epopeyas. Equipos que resistieron más allá de lo que parecía posible. Momentos en los que el cansancio y la presión se convirtieron en combustible de superación. Estos episodios refuerzan el valor emocional y simbólico del deporte: refleja la vida en estado puro, con victorias y derr

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