Nadie la grabó. Nadie la citó. Pero alguien sí la escuchó: “ Si no quiere dar, que no dé. Prefiero que no dé, antes que dar con pena ”. Esas palabras, dichas sin dramatismo, se volvieron eco en cientos de cuartos de renta, en madres que se levantan con el estómago vacío y el alma llena de silencios.
Niurka no es una figura que busca validación. No necesita que el sistema la reconozca, ni que los medios la etiqueten como “mujer fuerte” o “madrina del empoderamiento”. Ella simplemente existe, con sus tres hijos —cada uno con un padre distinto— y sin una sola factura de manutención en su historial. No firmó papeles. No exigió dinero. No subió videos con los nombres de los padres. Lo que hizo fue ir a trabajar con los ojos hinchados de no dormir, traer comida de la esquina, y enseñarles a s

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