Basta con agitar el agua con la mano o ver pasar una ola para que la superficie del mar parezca encenderse. Ese brillo no viene de la luna ni de luces artificiales, sino de diminutos organismos que habitan el agua: los dinoflagelados, una forma de fitoplancton que produce luz cuando se agita. Lo hacen como mecanismo de defensa, generando una luz fría y azulada que convierte cualquier movimiento en una estela luminosa.
El fenómeno de la bioluminiscencia es más común en las profundidades marinas, donde muchos animales la usan para atraer presas, comunicarse o distraer depredadores. Pero cuando se da en aguas costeras cálidas y tranquilas, se transforma en un espectáculo visible desde la playa. Las mejores noches para verlo son las de luna nueva, sin viento y con poca contaminación lumín

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