El crecimiento de las iglesias evangélicas hispanas en Estados Unidos es innegable; son congregaciones más jóvenes y activas en evangelismo que el promedio. Sin embargo, este crecimiento es agridulce.

Mientras la primera generación de inmigrantes alimenta la vitalidad de la fe, las iglesias enfrentan el desafío de discipular y retener a la llamada segunda generación: los hijos de inmigrantes que crecieron en suelo estadounidense, balanceando dos culturas e, incluso, dos idiomas.

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El dilema se centra en la identidad y el lenguaje. Según un estudio comisionado por el Instituto de la Juventud de Fuller ( Fuller Youth Institute ), a menudo los modelos convencionales de ministerio juvenil están diseñados para la primera generación, lo q

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