La primera mitad fue un juego de equilibrios, de tiros triples que caían como lluvia en Cleveland, pero algo cambió cuando el ritmo se volvió más lento, más calculado. Boston empezó a moverse como un solo organismo: sin prisas, sin errores. Y entonces, en los últimos siete minutos del segundo cuarto, todo se desmoronó para los locales.
“No fue un error, fue una descomposición” , dijo uno de los asistentes técnicos de Cleveland en confidencial, tras el partido. Los 20 puntos consecutivos de Boston no fueron casualidad: fueron el resultado de una defensa que cerró espacios, de pases que encontraron a los hombres libres, y de un Sam Hauser que, desde el banquillo, transformó cada oportunidad en amenaza. Sus 21 puntos no solo sumaron, sino que desgastaron.
La noche de Josh Minott con 14

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