Faltaban apenas 7 minutos para el final del primer cuarto. No hubo gritos, ni lamentos. Solo el eco de una pierna que ya no respondía.

Los Hawks, sin su motor, sin su voz, sin su alma, no se derrumbaron. Se transformaron. “No importa quién esté en la cancha, lo que importa es lo que hagamos con lo que tenemos” , dijo uno de los asistentes técnicos después del partido, palabras que resonaron más de lo que cualquiera imaginó.

Jalen Johnson entró en modo silencioso. No pidió la pelota. No buscó la cámara. Simplemente anotó, robó, bloqueó, corrió. 23 puntos, 8 rebotes, 5 asistencias. Sin celebraciones exageradas. Con la mirada fija en el tablero, como si cada canasta fuera un acto de lealtad hacia el jugador que se había ido.

Los Nets , por su parte, llegaron con la esperanza de romper

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