Hace días leí una columna de mi amigo Luis Carlos, a quien a pesar de tener argumentos muy buenos y con “temor” a sus represalias “líricas”; me atrevo a contradecir. A mí (al igual que a muchos) sí me tocó crecer en un Saltillo vaquero, justo por las huertas de producción agrícola, que muchos años atrás fueron llamadas “milpas”, en particular la que lideraba mi familia y hoy me honra conservar.

La música de Emilio Navaira, Intocable, y otros grupos norteños-texanos, más que algo común, era algo obligatorio para las carnes y para arreglar las trocas los fines de semana. Me enorgullece decir que llegué a Jurisprudencia con botas al igual que muchos de mis compadres que hoy están mejorando Coahuila.

Esto, me llevó a recordar mi infancia en los “dosmiles”, por andar en la huerta o en el ranc

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