Durante décadas, los paleoantropólogos han debatido si los primeros humanos fueron cazadores o, más bien, presas de los grandes carnívoros del Pleistoceno . Un nuevo estudio publicado en Royal Society Open Science aporta la evidencia más sólida hasta la fecha: los leopardos atacaban y devoraban a los individuos de Homo habilis hace unos 1,9 millones de años .
La investigación, liderada por el arqueólogo español Manuel Domínguez-Rodrigo, combina herramientas de inteligencia artificial adaptativa con análisis tafonómico para identificar con precisión qué animales dejaron las marcas de dientes en los huesos fósiles hallados en la Garganta de Olduvai ( Tanzania ), uno de los yacimientos más emblemáticos de la evolución humana.
Tecnología punta
El trabajo aplica una tecnología conocida como metaaprendizaje ( meta-learning ), una rama avanzada de la inteligencia artificial capaz de aprender a partir de pocos ejemplos y adaptarse a nuevos contextos sin necesidad de grandes bases de datos. El equipo desarrolló un modelo de aprendizaje supervisado de pocas muestras ( Few-Shot Supervised Learning ) basado en el algoritmo MAML , entrenado con más de 1 .200 imágenes microscópicas de huellas dentales dejadas por distintos carnívoros (felinos, hienas y cocodrilos) sobre huesos modernos. A partir de esa base, el sistema fue capaz de clasificar de forma autónoma los patrones de mordedura en fósiles de hace millones de años, alcanzando niveles de precisión superiores al 85%.

Hasta ahora, el análisis tafonómico , la disciplina que estudia las marcas de actividad animal o humana sobre restos fósiles, dependía en gran medida de la interpretación humana , con resultados a menudo subjetivos y difíciles de replicar. “La aplicación de metaaprendizaje permite eliminar el sesgo del observador y reproducir con fiabilidad la identidad del depredador”, explica Domínguez-Rodrigo en el artículo. Según los investigadores, el modelo no solo discrimina entre familias de carnívoros, sino que también distingue entre especies concretas , como el leopardo, la hiena manchada o el león, a partir del perfil, profundidad y ángulo de las marcas.
Resultados concluyentes
Los resultados son concluyentes: las lesiones observadas en los fósiles de Homo habilis de los yacimientos OH7 y OH65, ambos en la Garganta de Olduvai, corresponden inequívocamente a mordeduras de leopardo. Las marcas, incisiones semicirculares, surcos cortos y fracturas de borde irregular, coinciden con las huellas que estos felinos dejan al desgarrar carne y triturar hueso. El patrón se repite en varios restos humanos, lo que descarta la hipótesis de una muerte accidental o de carroñeo posterior. En otras palabras, los primeros representantes del género Homo fueron cazados activamente por grandes felinos.

El hallazgo obliga a revisar una de las narrativas más persistentes sobre la evolución humana: la del “hombre cazador” . Los datos indican que hace dos millones de años, los homínidos todavía ocupaban una posición intermedia en la cadena trófica, vulnerables frente a depredadores más poderosos.
La transición hacia un papel de superdepredador, capaz de cazar grandes animales y controlar el fuego, habría ocurrido mucho más tarde, posiblemente con Homo erectus . “ Durante buena parte de nuestra historia, fuimos más presa que cazador”, resume el equipo.
La investigación supone un avance metodológico sin precedentes
Más allá de su valor evolutivo, el estudio representa un avance metodológico sin precedentes . La combinación de deep learning y metaaprendizaje ofrece un marco robusto para resolver problemas tafonómicos complejos: desde identificar quién modificó los huesos hasta reconstruir las interacciones ecológicas entre especies extintas . El modelo FSSL–MAML no solo se aplicó con éxito a los fósiles de Homo habilis , sino también a restos faunísticos de hienas y bóvidos, validando su utilidad en contextos arqueológicos y paleontológicos de todo el mundo.
El proyecto, en el que participaron investigadores del Instituto de Evolución en África (IDEA), la Universidad Complutense de Madrid, la Universidad de Dar es-Salam y el Instituto Nacional de Investigación de Tanzania, se enmarca en una línea de trabajo que combina ciencia computacional y arqueología.
Su meta es crear un corpus digital de marcas óseas que permita a los algoritmos aprender de miles de casos y reducir la incertidumbre en el estudio del comportamiento primitivo. Los autores destacan que esta metodología podrá aplicarse a otras preguntas abiertas de la prehistoria , como la atribución de las primeras herramientas líticas o la determinación del acceso a la carroña.

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