El partido liberal D66 y el ultraderechista PVV han empatado en 26 escaños cada uno en las elecciones, tras las cuales se abrirá un largo periodo de negociaciones para formar gobierno
Los socioliberales dan la sorpresa y empatan con una ultraderecha que no suma para gobernar en Países Bajos
Que la televisión todavía decide elecciones lo demuestra el ascenso de Rob Jetten en Países Bajos. Aunque se espera que las negociaciones para formar gobierno sean largas, todo apunta a que el líder de los socioliberales (D66) será el próximo primer ministro de la quinta economía de la Unión Europea. Su campaña, basada en un optimismo que podría sonar anacrónico, ha calado en el electorado. Y la televisión –se ha pateado sin cesar debates, tertulias y hasta concursos– ha sido su lanzadera en la remontada meteórica de su partido.
Geert Wilders, el líder ultraderechista del Partido por la Libertad (PVV), en cambio, apenas se dejó ver en medios tradicionales y lo confió todo a su cuenta de X. Echando mano de imágenes de corte xenófobo generadas por IA, quiso convencer a los votantes de que el país sufre una supuesta invasión y de que solo él puede salvarlo. Si bien su campaña de odio ha servido para mantener los apoyos al conjunto de la ultraderecha, no ha sido suficiente para romper el cerco que otros partidos le han impuesto. Con 26 escaños, el Partido por la Libertad (PVV) ha quedado empatado con los liberales de Jetten (D66), aunque a los ultras no les dan los números para gobernar.
De momento, se ha pospuesto hasta el próximo martes la designación de la persona que iniciará el tanteo para determinar las posibilidades de formar gobierno.
Conquistar el centro
Jetten tomó perfil político cuando en 2022, apenas un mes después de ser nombrado ministro para el Clima y Política Energética, Rusia invadió Ucrania. Con pragmatismo y haciendo de la necesidad virtud, sorteó la crisis que se avecinaba tras la desconexión con el gas ruso, y aceleró las inversiones en energías renovables. Jetten, de apenas 38 años, puede ser el primer ministro más joven y el único abiertamente homosexual que ha tenido Países Bajos.
La marcha de Mark Rutte, después de 13 años de gobierno, dejó un hueco difícil de llenar en la política neerlandesa. El actual secretario general de la OTAN fue un auténtico camaleón que acercó su partido liberal conservador (VVD) a posturas populistas para hacer frente a la embestida de Wilders. Muchos empezaron a añorar el liderazgo de Rutte durante el caos en el que el Gobierno de Dick Schoof –el primero liderado por la ultraderecha– se embarrancaba. El cartel electoral de Jetten –sonrisa, camisa arremangada y el lema con aire a Obama “sí se puede”– hizo que de pronto muchos neerlandeses cayeran en la cuenta: Jetten, en realidad, podría ser el nuevo Rutte.
En los últimos 20 años ha caído un velo de negatividad sobre el país: 20 años de tuits y mensajes llenos de ira, con los que usted siembra división y odio
En un país donde la izquierda está sumida en una crisis existencial crónica, Jetten, aunque orgulloso de su ideario progresista, ha sabido conquistar un centro que había quedado vacante tras la salida de Rutte. En una entrevista al rotativo Volkskrant dejó entrever su estrategia: “Creo que la elección no tiene tanto que ver con ser de derechas o de izquierdas, sino más bien con qué vibe [vibra] te da un partido”.
La acrobacia de Jetten
Para sorpresa de algunos de sus seguidores, Jetten de pronto empezó a dejarse ver frente a una inmensa bandera nacional ondeante. En plena normalización del discurso ultraderechista, cuestionó la validez de los tratados internacionales sobre refugiados y declaró: “El actual sistema de migración está roto”. Jetten se ha escorado a la derecha en cuestiones como esta, mientras defendía un programa progresista en lo social: revertir los recortes en educación, cumplir con los acuerdos climáticos y el reconocimiento del Estado de Palestina.
En un debate, preguntado sobre si la identidad neerlandesa está amenazada –una de las obsesiones de la ultraderecha– Jetten respondió con plena seguridad: “Sí, amenazada por Wilders”. Tras señalar al ultra con el dedo, añadió: “En los últimos 20 años ha caído un velo de negatividad sobre el país: 20 años de tuits y mensajes llenos de ira, con los que usted siembra división y odio”. Por primera vez en mucho tiempo, se vio a Wilders a la defensiva. “Jetten tiene una obsesión conmigo”, dijo algo alterado. Haciendo referencias a la tradición tolerante y progresista de Países Bajos, Jetten ha apostado por una jugada arriesgada que, de momento, le ha funcionado: disputarle el relato nacionalista al nacionalista por antonomasia.
Así, Jetten ha logrado pescar a diestro y siniestro: según los sondeos, ha arrebatado más del 20% de votos a la unión de ecologistas y socialistas (GroenLinks-PvdA), mientras que el 30% de sus electores votaron en las últimas elecciones a la derecha. Quizá el joven liberal haya dado con una receta para doblegar la embestida ultraderechista de Wilders. Una fórmula, eso sí, que requiere mucho equilibrismo e imaginación política. Solo el tiempo dirá si la acrobacia de Jetten basta para calmar las aguas.

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