Al principio, sus promotores no hicieron caso e incluso despreciaron a quien advertía del riesgo de ciertas políticas migratorias . Y eso que bastaba viajar un poco, valorar el peso de las diferencias culturales y conocer lo ocurrido en países cercanos para obrar con tiento. Sin embargo, se prefirió poner todos los huevos en la cesta de un voluntarismo cegato. Bueno, nadie nace aprendido y cabe achacar aquel fallo a la ignorancia. Todos nos equivocamos, y es mejor pecar por bondad que por hijoputismo. Luego, a medida que el problema nos iba estallando en la cara, siquiera en forma de metralla – “casos aislados” los llamaban, “sucesos anecdóticos” -, se tendía a negar la realidad, aguarla, rebajarla y ocultarla. Para ello se caricaturizaba a cualquier vecino quejumbroso como miedica y tr

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