El viejo rockero acababa de leer la que dicen es la novela del año, Caledonian Road, de Andrew O‘Hagan. Más de seiscientas páginas describiendo la sociedad británica actual con la precisión de un cirujano, y al final le había invadido la amargura de saber que el Londres colorista de Picadilly Circus, que en su día le hizo soñar con ser James Bond, Mick Jagger o Michael Caine, era ahora un lugar contaminado por el dinero sucio, donde la chulería de los poderosos crece más incluso que los precios de los pubs, y en el que sus habitantes se hunden en la desesperanza incapaces de encontrar una salida a sus vidas, rodeados de activistas enamorados de si mismos e intelectuales sin argumentos. Algo así ya sucedió cuando al marchitarse las flores que los hippies llevaban en sus cabelleras en la Cal

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