Este espacio de opinión se convierte día a día en un lugar en el que publicar cada vez con más presión vista la repercusión que tienen las cosas que escriben mis compañeros. No hablo exactamente del llamamiento de Jesús Coca a dejar de recibir – valga la redundancia – llamadas para ofrecerle aislar su casa (que ciertamente ha traído cola en esta redacción y cuya mención a mi persona puedo confirmar que es real). Me refiero más bien a la muy (merecidamente) aplaudida columna de mi compañero Javier Fernández de esta semana, que ha conseguido algo que pocas cosas logran en esta provincia, nada menos que poner de acuerdo a un lado y otro del Manzanal sobre algo, en este caso sobre que no a todo el mundo se le debería dejar una pluma, un teclado o un altavoz y que las palabras importan mucho. E

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