Los días previos al primero de noviembre, el aire en los cementerios se impregna de una mezcla de silencio, nostalgia y amor. Familias enteras se acercan a los camposantos para reencontrarse con sus seres queridos, hablarles sin palabras, con flores, con una limpieza cuidadosa de las lápidas, con gestos de ternura que parecen devolverles algo de vida. En estos días, cementerios como el del Santísimo Cristo del Perdón, se llena de cubos, cepillos, trapos y flores que transforman el mármol en un altar de recuerdos.
El frío viento y las primeras lluvias no frenan a quienes acuden con antelación para dejarlo todo «lo mejor posible», como dice María Hortensia López, que, junto a Mari Carmen Mora, limpia y pinta las estelas de sus padres o de su marido. «Preferimos venir antes del día de los sa

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