“Yo nací en el campo, en Cumbayá, un valle cercano a Quito, que en mi infancia era una aldea. Tenía unos seis o siete años cuando vi por primera vez una película, proyectada en las paredes del pueblo, que era nuestro gran teatro. Era italiana, maravillosa, con amor, paisajes y todos los elementos que cautivan en el cine. Al día siguiente fui al lugar para ver la pared donde había ocurrido la magia. Estaba desconchada, vetusta y despintada, pero allí había nacido la emoción que me marcó para siempre.

Otra experiencia importante fue un relieve que hice en el patio. Reproduje el parque de Cumbayá con materiales que ahora uso en mi pintura. Pensé que era una obra maestra, pero en la noche llovió y no quedó rastro de nada. Esa pérdida me produjo una tristeza honda, pero también el impulso

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