España hizo ayer un gesto muy significativo al reconocer “el dolor” que causó a “los pueblos originarios” de México durante la época colonial . Es una mera declaración, lejana aún al perdón que Bélgica pidió al Gobierno de Congo por los abusos cometidos contra la población indígena, o el que solicitó el rey británico Carlos III a las autoridades australianas por “siglos de racismo”. No se trata de mirar la historia con los ojos actuales, ni actuar con una falsa hipocresía. Es hacer un ejercicio de generosidad y tender la mano a los actuales descendientes, que tienen todo el derecho a exigir que se reconozcan los actos violentos que sucedieron en el pasado.

El papa Francisco ya había pedido perdón en nombre de la Iglesia católica en el 2021 por los “pecados cometidos” en la conquista

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