Fue el pasado miércoles, en Sineu. Estaba yo sentado en la terraza del Triquet cuando alguien me entregó un papel. Era la imagen fotocopiada de en Toni Catzibo un personaje popular que conocí en mi juventud. Su historia es triste, el fiel reflejo de una época que a veces podía ser cruel, con un sentido de la ayuda al necesitado muy primario, aunque no exento de buena voluntad.
Toni era un disminuido psíquico que vivía acogido en el antiguo hospital de Sineu, al cuidado de las monjas y sometido a la autoridad del clero local. Le costaba mucho hablar de manera inteligible pero, en cambio, tenía una rara habilidad: sabía tocar el flabiol soplando por sus orificios nasales. El hombre salía todos los miércoles a fer sa capta provisto de un cesto de mimbre y su flauta de madera. Visitaba todas

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