Siempre me ha parecido cuanto menos sospechoso que los turrones caduquen en el mes de noviembre del año siguiente al que son comprados. Una fecha de caducidad que es incluso menos de fiar que aquellos que abandonan en su despensa, sin terminar, las cajas de El Almendro o de Suchard más allá del 6 de enero. Sin embargo, hace unos días pude comprobar en uno de los precoces lineales de supermercados en los que ya es Navidad cómo hasta este límite para consumir el turrón también se adelanta: «octubre de 2026». Definitivamente, esto empieza cada vez antes. Avenidas con decoraciones navideñas ya instaladas, décimos para el 22 de diciembre que se agotan, un catálogo de juguetes en el buzón, los encendidos definiendo los planes para los próximos fines de semana y Mariah Carey tensando sus cuerdas

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