El Sáhara Occidental , la que fuera hasta el año 1975 la provincia española número 53, es un territorio no autónomo en el noroeste de África con una superficie de aproximadamente 266.000 km² un tamaño equivalente 52 % de la extensión de nuestro país, que representa un caso muy paradigmático de la geoeconomía . Una intersección entre las estrategias económicas, el poder geopolítico y los recursos naturales entre los que destacan los fosfatos, el gas y el crudo en un contexto de disputa territorial .
Tras la evacuación militar, operación golondrina , unos 12.000 efectivos del ejército español dejaron el territorio del Sahara Occidental que fue inmediatamente ocupado por Marruecos que hoy controla el 80% de su superficie y por la República Árabe Saharaui Democrática, RASD , controlada por el Frente Polisario en el 20% restante.
Los recursos mineros y energéticos del Sáhara se convierten en una herramienta de influencia global para Marruecos, financiando con sus ingresos la paulatina ocupación del territorio saharaui. Marruecos utilizó 5000 millones de dólares en diferentes inversiones durante el año 2023, en infraestructuras como puertos, carreteras y turismo para «marroquinizar» el territorio, atrayendo población no saharaui y alterando una demografía que contaba con una población total de 612.000 habitantes en 2021, con todavía un 40% de saharauis autóctonos.
La geoeconomía del Sáhara cuenta con recursos mineros y energéticos, que generan cada año miles de millones de dólares. Estos recursos no solo sostienen la economía del gobierno Alauí, sino que además es un potente instrumento diplomático .
Marruecos controla el 72% de las reservas mundiales de roca de fosfato siendo su principal exportador mundial. A través de su empresa estatal Oficina Cherifienne des Phosphates, OCP , extrae entre 2 y 3 millones de toneladas de fosfatos anualmente, valoradas en más de 300 millones de dólares.
El gran yacimiento de fosfato de roca, Bou Craa , en el norte del Sahara Occidental, alberga unas reservas estimadas de unos 1.700 millones de toneladas, representando por si solo entre el 10% y el 15% de las reservas.
El transporte se realiza por la cinta transportadora más larga del mundo de 100 km hasta el puerto de El Marsa , o Aaiún desde su fundación en 1938 en la época española, una infraestructura icónica que es visible desde el espacio por el polvo que desprende.
El fosfato es esencial para producir los fertilizantes agrícolas como el superfosfato y el fosfato diamónico. El 90% del fosfato extraído se utiliza para la agricultura y es clave para los cultivos intensivos de trigo, maíz y soja en países muy poblados como Brasil , India , China y los EEUU .
Esenciales para la seguridad alimentaria y en el rendimiento sostenible de la agricultura, posicionan a Marruecos como un proveedor estratégico tanto para la Unión Europea como para los EEUU. Los fosfatos son un recurso no renovable y finito y su control es geopolíticamente crítico.
Aunque el grueso de la producción se emplea como fertilizantes , también se usan para fabricar pasta dentífrica, suplementos óseos, alimentación del ganado, detergentes, productos de limpieza y retardantes del fuego.
Con el proceso de electrificación global , el fosfato se está empleando cada vez más para la electrónica y las baterías para el almacenamiento de energía solar y eólica. Las baterías de fosfato de litio-hierro ( LiFePO4 ) son más seguras, baratas y duraderas que las de níquel-cobalto. Ya se están utilizando en las baterías de los vehículos eléctricos de la americana Tesla o la china BYD.
Esta posición de Marruecos, la da un extraordinario poder de negociación estratégica ya que puede influir en la estabilidad alimentaria mundial. De ahí el gran interés de los Estados Unidos por profundizar su relación política y comercial.
La RASD considera la extracción ilegal , hasta el punto que, en el año 2022, un tribunal sudafricano falló contra un cargamento de fosfatos saharauis exportados por OCP marroquí, ordenando su devolución.
No solo es el fosfato. Las aguas atlánticas del Sáhara contienen unos importantes yacimientos offshore de crudo y gas. Las exploraciones de empresas como la americana Kosmos Energy y la suiza Glencore han cuantificado las actuales reservas, en unos 850.000 millones de metros cúbicos.
Marruecos ha firmado ya una serie de acuerdos de prospección con la Unión Europea y los EEUU, pero las disputas legales con sentencias del TJUE de 2021, invalidan estos contratos por violar el derecho saharaui a la autodeterminación . En el año 2024, las tensiones con Argelia han escalado por las exploraciones en la frontera este.
La posición de Marruecos es apoyada por los EEUU que reconoció su soberanía en el año 2020 a cambio de la normalización de las relaciones con Israel , así como Francia y España que en 2022 asumió el plan de autonomía marroquí. Unos lazos que aseguran mercados futuros para los fosfatos.
El Frente Polisario y la RASD son respaldados por Argelia, que ve en el Sáhara una barrera contra la expansión de Marruecos. La RASD ha firmado acuerdos con empresas belgas y neerlandesas para los fosfatos, pendientes de un reconocimiento pleno.
Las sentencias del TJUE de 2018 y 2021 obligan a excluir el Sáhara de los acuerdos comerciales con Marruecos, aunque su cumplimiento es irregular, dado que se priorizan los suministros energéticos por la invasión de Ucrania por Rusia.
El conflicto armado , se reanudó en el año 2020 tras las violaciones en Guerguerat , y se detona precisamente por los fosfatos. El Frente Polisario ataca los convoyes para interrumpir las exportaciones, mientras Marruecos usa los drones suministrados por Israel para proteger la actividad minera.
La explotación de los fosfatos genera una gran desigualdad en su reparto dado que el 70% de la renta procedente de las ventas de los fosfatos no llega a la población saharaui que reside en Argelia y compuesta por 174.000 personas que residen en las 35.000 haimas, unas viviendas precarias de los cinco campamentos de Tinduf en territorio argelino. Un emplazamiento que pude visitar en persona, conviviendo con los saharauis durante una semana durante marzo de 2018 como integrante de una delegación oficial del Ayuntamiento de Madrid.
El Sáhara Occidental ilustra cómo la geoeconomía, potencia una ocupación territorial donde se usan los recursos naturales que se usan como armas diplomáticas. Una solución política, alineada con la Resolución 1514 de la ONU , sería clave para una explotación equitativa y sostenible de estos recursos.
Se cumplen ahora 50 años de los acontecimientos que desembocaron en el abandono por parte de España del Sahara Occidental, de la marcha verde, del comienzo de la salida del ejército español, de la firma del nefasto Acuerdo de Madrid , un fracaso jurídico, diplomático y estratégico que legalizó la partición de este territorio entre Marruecos y Mauritania sin una consulta al pueblo saharaui, violando el derecho internacional y erosionando para siempre la credibilidad española como potencia descolonizadora.
El año 1975 comenzó el conflicto armado entre los saharauis y Marruecos y Mauritania, también fue el año de las primeras declaraciones internacionales como la Opinión Consultiva de la Corte Internacional de Justicia. Desde entonces, la ONU ha prometido un referéndum de autodeterminación que no llega nunca. La Unión Europea ha ignorado sentencias de su propio Tribunal de Justicia al mantener acuerdos comerciales que validan dicha anexión, y España ha acumulado una cadena de deslealtades que hoy culminan en la resolución 2797 de octubre de 2025.
En el orden internacional España no ha cumplido con su papel de potencia administradora que «de iure» le corresponde y que le atribuía la ONU. Únicamente el Gobierno de Aznar la incluyó en la agenda de sus asuntos internacionales con el reconocimiento de los líderes del Frente Polisario.
Pero la mayor traición, khiyana isbaniya en la lengua local, la ha protagonizado el presidente del gobierno de España con el envío en marzo del 2022 de una carta al rey marroquí asumiendo todos los postulados en favor de una autonomía del Sahara Occidental. Un escrito contrario al criterio del derecho internacional y a las resoluciones de la ONU donde se plegaba a las ilegítimas aspiraciones soberanas de Marruecos, sin dar ninguna explicación ni en el Congreso de los Diputados ni en su propio Consejo de Ministros.
La reciente resolución 2797 de octubre de 2025 del Consejo de Seguridad de la ONU sobre el Sáhara Occidental ha sido presentada por Marruecos como una «victoria histórica» con el impulso de los Estados Unidos, dado que ha otorgado un respaldo decisivo al plan de autonomía marroquí de 2007, al reconocerlo como base de una «solución mutuamente aceptable» al conflicto del Sáhara Occidental
Sin embargo, detrás de los párrafos calculados y las abstenciones de Rusia, China y Pakistán, se esconde un equilibrio frágil dado que la resolución no reconoce la soberanía marroquí sobre el territorio, no elimina el derecho a la autodeterminación y además refleja más un ejercicio de diplomacia de compromiso , que un cambio sustantivo.
La autonomía está ahora en el centro de la resolución y la autodeterminación queda en un plano más marginal. Pero el lenguaje sigue refiriéndose a la autonomía como base y una de las soluciones más factibles , dejando la puerta entreabierta a otras posibles salidas. España sigue siendo la potencia administración de iure del territorio.
Aunque Marruecos proclame victoria porque el voto da la impresión de que el Consejo de Seguridad apoya su narrativa, el asunto no está claro. El texto no cambia el statu quo , pero permite a Marruecos seguir acumulando legitimidad diplomática en torno a su plan de autonomía. Marruecos gana relato; no territorio.
El texto puede verse como un revés para la autodeterminación del Sáhara Occidental y para el derecho internacional en general, pero no debe interpretarse como la eliminación del derecho de los saharauis a decidir su futuro dado que incluye cláusulas que hacen referencia a la necesidad de una resolución mutuamente aceptable , a la necesidad de que sea coherente con la Carta de la ONU y a que podría representar un resultado más factible .
La renovación por doce meses de la misión de la Minurso «reduce la presión» y deja el proceso en un punto muerto. El conflicto entra en una fase de ambigüedad diplomática calculada con tres posibles escenarios, el más probable un estancamiento prolongado. Un segundo escenario de escalada contenida con un atrincheramiento del Frente Polisario con incidentes bélicos . Y una tercera de negociación técnica entre Marruecos, Argelia y Polisario.
Scire exspectare praemium habet
José Luis Moreno , economista ha sido director de Economía en la Comunidad de Madrid y en el Ayuntamiento de Madrid. Analista económico y empresarial.

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