Por Jorge Vargas Florez – Coordinador del Grupo para el Manejo de Crisis y Desastres de la PUCP.

Cada vez que ocurre un desastre, escuchamos las mismas palabras: “fue imprevisible”, “nadie lo esperaba”. Pero, en realidad, lo que suele sorprender no es el fenómeno natural o sanitario en sí, sino la vulnerabilidad con la que lo enfrentamos.

El impacto de un desastre no depende únicamente de su magnitud, sino de los factores preexistentes que lo agravan: las deficiencias de infraestructura, la falta de planificación territorial, la fragilidad institucional y la limitada capacidad de resiliencia de la sociedad. En otras palabras, si se reduce la vulnerabilidad y se eleva la resiliencia, se reduce el impacto.

Por poner de ejemplo, en Japón, un sismo de 6,9 grados dejó 6 000 fallecidos; en Ha

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