Cerca de 50 jefes de Estado y de Gobierno se reúnen en Belém, Brasil, para reafirmar el compromiso global frente al cambio climático. Este encuentro, que se lleva a cabo entre el jueves y el viernes, precede a las negociaciones anuales de la ONU sobre el clima, conocidas como COP30, que comenzarán la próxima semana. Entre los asistentes se encuentran el primer ministro británico, Keir Starmer, y el presidente francés, Emmanuel Macron. Sin embargo, la cumbre se ve marcada por la notable ausencia de Estados Unidos, que no enviará delegación alguna. El expresidente Donald Trump había calificado la ciencia climática como "una estafa", lo que resalta la distancia de Washington con la agenda ambiental internacional. La elección de Belém, una ciudad de 1,4 millones de habitantes, ha generado controversia debido a su infraestructura limitada. Muchos delegados enfrentan dificultades para encontrar alojamiento, ya que los precios hoteleros han aumentado considerablemente. La presidencia de la COP30 ha informado que se han conseguido financiamientos externos para ofrecer alojamiento gratuito en buques a delegaciones de países de bajos ingresos. El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, busca que esta cumbre sirva para reafirmar la voluntad internacional de enfrentar la crisis climática. Sin embargo, la reciente autorización de Brasil para realizar perforaciones petroleras cerca de la desembocadura del Amazonas ha generado fricciones en el mensaje que el país anfitrión pretende transmitir. El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, ha advertido que el objetivo de limitar el aumento de la temperatura global a 1,5 °C respecto a los niveles preindustriales está fuera de alcance. A pesar de ello, Brasil intenta posicionarse como mediador y promotor de una nueva etapa de acción climática. Activistas y líderes climáticos han instado a los líderes reunidos en Belém a actuar con determinación. Carolina Pasquali, directora ejecutiva de Greenpeace Brasil, declaró: "Los líderes deben entregar un mandato claro a la COP para ser ambiciosos y cerrar las brechas, y abordar los temas que están ardiendo". Lula ha planteado la cumbre como un espacio de rendición de cuentas, enfatizando que "basta de hablar, ahora tenemos que implementar lo que ya discutimos". Además, busca la creación de un fondo global que recompense a los países tropicales por la protección de sus selvas. Las naciones más vulnerables, representadas por Evans Njewa, diplomático de Malaui, han reclamado mayor financiamiento climático, exigiendo detalles concretos sobre cómo incrementar los fondos a 1,3 billones de dólares anuales para 2035. La cumbre de Belém enfrenta el desafío de convertir las declaraciones en acciones concretas que eviten que la temperatura del planeta siga aumentando. En un contexto de promesas incumplidas y crecientes divisiones, los líderes mundiales buscan mantener viva la llama del compromiso climático global.