Cada municipio tiene su encanto y su símbolo, por el que se le reconoce más allá de sus fronteras. Probablemente en Sevilla sea el Alcázar . Ningún visitante se puede despedir de Granada sin pisar la Alhambra . Córdoba saca pecho por su mezquita. En Murcia ponen en valor su catedral. En el norte del país, buena parte de la atención se la llevan la Catedral de Santiago de Compostela o la Sagrada Familia de Gaudí en Barcelona. 

Todos los mencionados anteriormente son templos de culto o conjuntos palaciegos únicos por su diseño y por el estilo artístico que se ve representado en ellos. Sin embargo, algunas localidades tienen su símbolo en otras infraestructuras, como es el caso del Puente Nuevo de Ronda (Málaga), una de las obras de ingeniería más importantes de su época.

Un puente a la segunda 

El enclave donde actualmente se encuentra el puente siempre ha sido un sitio de paso o de acceso. De hecho, en época medieval se accedía a Ronda por el llamado Puente Árabe, levantado a una altura mucho menor y reconstruido en varias ocasiones por los daños sufridos por las crecidas del río, explican desde la oficina de turismo de esta localidad andaluza. 

Pero la ciudad fue creciendo y con ello sus necesidades. Hubo dos grandes proyectos para la realización de una infraestructura de mayor envergadura. En 1735, durante el reinado de Felipe V, se planteó un arco de 35 metros de diámetro. Las obras se ejecutaron en ocho meses con consecuencias desastrosas, porque se derrumbó al poco y murieron unas cincuenta personas, aproximadamente.

Los nuevos trabajos se retomaron en 1751, finalizando en 1793, en una de las obras de ingeniería más importantes de su época , recuerdan desde el consistorio malagueño. El nombre del puente no parece casualidad, porque necesitó varios intentos para levantarse. 

El Puente Nuevo de Ronda fue construido con sillares de piedra extraídos del fondo de la garganta del Tajo y permitió la conexión del barrio moderno o del Mercadillo con el barrio antiguo de la ciudad, además de posibilitar la expansión urbanística de la ciudad. Es una obra imponente, ya que se levanta hasta los 98 metros de altura con varios arcos de medio punto y una estancia abovedada en uno de ellos.  

Lo destacable de esta “majestuosa” infraestructura no se queda en la superficie, sino que también destaca su interior, subrayan desde la Diputación de Málaga. En su interior alberga un original centro de interpretación , donde se cuentan los detalles de su construcción, así como las características de la fauna, la vegetación, la formación geológica de la zona, además del contexto histórico de la ciudad del que se ha convertido en “símbolo y alma”.