Cuando Luis Arce asumió la presidencia de Bolivia en noviembre de 2020, lo hizo con la promesa de reconstruir la economía golpeada por la pandemia de Covid-19 y restaurar la estabilidad política tras la crisis de 2019. Cinco años después, su gobierno concluye con un escenario distinto: una economía en recesión y un partido carcomido por disputas internas que minaron la gobernabilidad.
En la segunda mitad de su gobierno, la crisis se hizo parte de la rutina: escasez de dólares, aumento descontrolado de los precios y desabastecimiento de combustibles . Al mismo tiempo, la pelea entre el presidente y su antiguo mentor por el control del Movimiento Al Socialismo (MAS) , impidió acuerdos y generó conflictos sociales que debilitaron la gestión gubernamental.
En ese contexto adverso, al

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