La sucesión de crisis políticas en la región ha puesto en el centro del debate dos figuras que desatan pasiones: el Indulto y el Asilo Diplomático. Desde el frustrado asilo de Alan García con Uruguay, los exitosos asilos de la esposa de Pedro Castillo, Lilia Paredes, en México, el de Nadine Heredia concedido por Brasil, y el impasse de Betssy Chávez, hasta la polémica por el indulto de Alberto Fujimori, todas ellas nos obligan a confrontar la naturaleza unilateral, discrecional y política de estas potestades, las cuales son, en esencia, rezagos del ancestral derecho de gracia.
El Indulto y el Asilo, al ser actos de excepción, se sitúan por encima del proceso legal ordinario. Esto desata una tensión constante. La Convención de Caracas de 1954, que hoy rige el Asilo, exige al Estado terri

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