Un 13 de noviembre de 1985 llovió durante toda la tarde en Armero. Al principio cayó ceniza, luego arena. El aire olía a azufre, denso y sofocante, por lo que las autoridades recomendaron a la población cubrirse nariz y boca con pañuelos húmedos para no respirar aquel vapor tóxico. Sin embargo, los habitantes del pueblo pensaban en otro peligro: una posible inundación si se rompía la represa natural que una roca había formado en el cauce del río Lagunilla. Nadie imaginaba lo que realmente se avecinaba.
Pasadas las diez de la noche, el volcán Nevado del Ruiz, situado a 44 kilómetros de Armero, despertó con violencia. La erupción fundió los glaciares que coronaban la montaña, y las aguas del deshielo desbordaron varios ríos, entre ellos el Lagunilla. La corriente creció con una fuerza incon

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