Escuchar es una acción que poco practican las y los gobernantes. Entre más años pasan ejerciendo el poder, más se agrava la sordera. Y esto es, en la gran mayoría de las ocasiones, por culpa de sus más cercanos colaboradores, que, en un afán de mantener su empleo o cercanía, nublan la visión del gobernante y lo aíslan del bullicio de las calles.
El poder, por sí mismo, tiene una extraña capacidad de aislar a quienes lo ejercen. No importa si llegaron con promesas de cambio, con discursos cercanos al pueblo o con la bandera de la honestidad; tarde o temprano, la silla del poder les va tapando los oídos y les va cerrando los ojos… pero con mucha ayuda del primer círculo de colaboradores.
Un gobernante pierde toda dimensión de la realidad cuando el coro de alabanzas le endulza el oído y se

El Diario de Chihuahua

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