El soldado Yesid Beltrán pidió un permiso de ocho días en el batallón para poder ir al velorio de su madre, que acababa de fallecer por un cáncer. La licencia le fue dada sin ningún problema, pero Beltrán nunca más volvió a cruzar la puerta de entrada al cuartel. Se internó en las calles del centro de Bogotá en las que encontró el escape para sobrellevar la perdida del ser más importante de su vida, pues su padre lo había abandonado siendo un niño y su madre fue la que tuvo que echarse la familia al hombro para sacar adelante cuatro hijos varones.
Para ese momento, la calle todavía no había seducido por completo a Yesid, entonces vivía con su pareja con la que tuvo dos hijos, mientras, a escondidas, el bazuco y la calle lo iban arrastrando de a pocos fuera de su hogar. El destino de su

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