Una transición democrática no se construye sola ni por inercia. Requiere decisiones firmes, claridad de rumbo y un compromiso real con la reconstrucción institucional y moral del país. El primer paso —y quizá el más urgente— es restablecer la verdad. Venezuela no puede seguir moviéndose entre rumores, medias verdades y versiones interesadas. La vida pública necesita volver a apoyarse en hechos verificables y transparencia.

Del mismo modo, es imprescindible rehacer la nación desde el aula. No hay democracia sostenible sin educación de calidad, maestros dignificados y un sistema que forme ciudadanos con pensamiento crítico y conciencia cívica.

La justicia debe aplicarse sin ánimo de venganza, pero con la firmeza necesaria para cerrar ciclos de impunidad. También se impone una descentraliza

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