Quienes hayan compartido suficiente tiempo con otro, donde la ilusión, la proyección y el amor marcaron camino, saben que el final del amor es un desmoronamiento. No sólo de un vínculo , sino del mundo que ese vínculo representaba. Como un rompecabezas que se desarma y se convierte en un montón de piezas mal recortadas.

En este tiempo, las personas nos llevamos mal con lo incierto, con los fracasos y con las frustraciones . Solemos creer que la vida les toca a los demás, que es una fiesta a la que no nos han invitado. En ese contexto, separarse —casi a los cuarenta— es una experiencia dolorosa de la que no se sale ilesa.

Además del duelo por la pareja, está el duelo por quien una fue, por la vida que se desarma y por el abrupto baño de realidad que implican las apps de citas y el

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