Hay ocasiones en las que la gran música equivoca el tiempo y el lugar. El compositor Franz Schmidt compartió la Viena de principios del siglo XX, tan fascinante como para acoger la vanguardia de la Secesión y tan retrógrada como para que Mahler afirmase en su día que si llegara el fin del mundo lo esperaría en Viena porque allí todo ocurre 25 años más tarde. Schmidt fue chelista bajo la batuta de Mahler durante algunos años, hasta que sus compromisos con el conservatorio y con la creación propia se lo impidieron. De sonoridad post-romántica, buena parte de su música se alejó concienzudamente de la vanguardia, hasta el punto de ser asimilada por la realidad política que ocurría fuera del mundo artístico. Para el régimen nazi era el compositor austríaco vivo más importante y cuando Schmidt e

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