En Ciudad Juárez, la frontera suele caminar con prisa. Cada mañana, miles de estudiantes, enfermeras, obreros y empleados administrativos se deslizan por los puentes internacionales como si fueran arterias indispensables para mantener vivo al organismo binacional.

Por eso, cuando se anuncia una nueva toma de aduanas, la ciudad entera contiene el aliento, no por sorpresa, sino por cansancio.

El conflicto por el agua, que parece tan lejano como los campos agrícolas del centro del estado y, al mismo tiempo, tan cercano como las acequias juarenses que forman parte de acuerdos internacionales— vuelve a colocar a Juárez en la línea de fuego. Aunque las negociaciones entre productores y autoridades han logrado avances en la discusión de la Ley de Aguas Nacionales, todavía no existe un acuerdo d

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