Celebrada la boda, Washington y Buenos Aires están de luna de miel. No nos detengamos en nimiedades, preguntándonos si se trata de un matrimonio por amor o por interés, quizá reparador: las bodas son una fiesta y en las fiestas se celebra. Tiene razón quien silencia las críticas de los envidiosos: entre los contrayentes no hay un ganador y un perdedor, ambos ganan.

Es lo que todos esperamos que suceda y que los buenos analistas llaman win win : el antiamericanismo ideológico, la autarquía económica y el tercermundismo de pacotilla han hecho más daño que el granizo. Pasar página es un deber.

Al volver de la boda, sin embargo, ¿quién no ha cedido nunca a la tentación de comentar el vestido de la novia, de opinar sobre los amigos del novio, sobre las familias de ambos, si los ven felices

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