Las ruedas de prensa de Fernando Estévez han sido lecciones de estadística matemática con las que buscaba respaldar con números cualquier aspecto del juego. Bien es cierto que no dejó muchas frases para el recuerdo, pero sí repetía continuamente una justificación alejada de las artes de Karl Pearson: «Cuando hay rumbo, no hay deriva». Los datos demuestran que los resultados cosechados en los últimos siete partidos son de play-off, pero su epitafio ya estaba escrito. Esto no es más que la crónica de una muerte anunciada. Como un paciente terminal, entrenaba esperando a que la sombra de la guadaña decorara la pared de su habitación. Desde pretemporada no congenió con los pesos pesados de la plantilla, aunque con algunos limó asperezas —no con otros—. Métodos anticuados, poco gusto por el bal

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