En una diminuta isla del mar Báltico donde jamás existieron lobos salvajes, la arqueología acaba de plantear una de las hipótesis más provocadoras de los últimos años. Dos lobos de entre 3.000 y 5.000 años hallados en la cueva de Stora Förvar , en la isla sueca de Stora Karlsö, presentan un conjunto de características difícil de explicar sin intervención humana.

Una dieta basada casi por completo en recursos marinos , un tamaño corporal reducido, una diversidad genética extraordinariamente baja y, en uno de los casos, una lesión incapacitante que habría impedido cualquier dispersión natural hacia la isla. El estudio, publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences ( PNAS) , no afirma que estos animales fueran domesticados, pero sí defiende que pudieron vivir bajo algún tipo de control humano , una posibilidad rara vez contemplada hasta ahora para el Neolítico y la Edad del Bronce en Escandinavia.

Una isla sin lobos y un contexto arqueológico que no cuadra

Stora Karlsö es una isla de Suecia de solo 2,5 km2 sin ecosistemas terrestres capaces de sostener depredadores medianos . Toda la fauna terrestre documentada allí durante la prehistoria, desde huesos de animales domésticos hasta restos de focas o aves, aparece en contextos claramente antropogénicos.

Las excavaciones de Stora Förvar muestran una acumulación ligada a ocupaciones humanas repetidas, sin señales de fauna salvaje autóctona. En este marco, la presencia de dos lobos resulta difícil de justificar sin intervención humana: no existían poblaciones silvestres en la isla y tampoco hay registros de dispersión natural de lobos por el Báltico en esas fechas.

Mapa que muestra la ubicación de Gotland, Stora Karlsö y Öland en el mar Báltico.

ADN antiguo: lobos puros, sin señales de perros ni híbridos

Los dos ejemplares, denominados G.11 y G.7 , fueron sometidos a análisis genéticos completos (con cobertura baja, debido a la degradación del ADN) para determinar su origen. Los resultados muestran que ambos son lobos en sentido estricto, sin mezcla genética con perros . Para verificarlo, los investigadores compararon sus genomas con el de un perro neolítico de Gotland utilizado como referencia externa.

Una diversidad genética anormalmente baja

Uno de los hallazgos más llamativos es la baja heterocigosidad del individuo G.11 , es decir, su escasa diversidad genética . Los valores están por debajo de los observados en otros lobos antiguos y se sitúan en niveles comparables a los de perros domésticos . Esto podría sugerir que el animal procedía de un grupo reproductivo muy pequeño, potencialmente mantenido por humanos. El equipo también contempla una explicación natural, como un cuello de botella poblacional, pero subraya que la cifra se sitúa fuera del rango habitual para lobos salvajes del Holoceno.

Un tamaño corporal reducido y una lesión que impide la dispersión natural

El mismo individuo, G.11, presenta además un tamaño excepcionalmente pequeño . Su húmero muestra un ancho distal de 40,5 milímetros, una medida inferior a la de la mayoría de lobos modernos y que queda en el extremo más bajo de los registros prehistóricos.

A esto se suma una lesión patológica que habría limitado gravemente su movilidad . Con esta condición, resulta prácticamente imposible que el animal hubiera recorrido por sí mismo los aproximadamente 80 kilómetros que separan Stora Karlsö del continente, sobre todo en ausencia de rutas naturales de dispersión para lobos.

Una dieta marina incompatible con un lobo salvaje

Los análisis de alimentación aportan otra pieza clave. Ambos individuos muestran una dieta sostenida basada en recursos marinos (peces y posiblemente restos de focas), identificada mediante el estudio de las proporciones de carbono y nitrógeno en el colágeno óseo. Simple y llano: comían casi exclusivamente alimentos del mar.

Esto es muy difícil de conciliar con un lobo salvaje en una isla sin ecosistemas capaces de mantenerlo. En cambio, encaja con un escenario en el que los animales se alimentaban de los restos generados por grupos humanos que cazaban focas y pescaban en la zona.

Hipótesis descartadas y la más plausible

El estudio evalúa varias alternativas:

  • Dispersión natural : considerada muy improbable; no existen registros de lobos cruzando distancias similares en el Báltico prehistórico.
  • Transporte como pieles o trofeos : incompatible con la dieta marina observada, que refleja lo que el animal comió en vida.
  • Un evento natural aislado : la coincidencia de aislamiento geográfico, dieta, lesión, tamaño reducido y baja diversidad genética es demasiado específica.

La explicación más parsimoniosa, según los autores, es que estos lobos estuvieron bajo algún tipo de manejo o control humano, aunque no se pueda determinar su función.

¿Para qué se mantendría un lobo en una isla prehistórica?

El estudio no lo afirma, pero propone posibilidades coherentes con el contexto arqueológico:

  • Vigilancia o control del territorio
  • Manejo de fauna o limpieza de restos
  • Funciones simbólicas o rituales
  • Presencia temporal ligada a actividades humanas estacionales.

Ninguna se puede confirmar, pero todas son más consistentes que la hipótesis de lobos salvajes aislados.

Una hipótesis que cambia el enfoque sobre la relación entre humanos y lobos

Los autores insisten: no hay pruebas concluyentes de domesticación, pero sí un conjunto de indicios que desafía las interpretaciones tradicionales sobre la presencia de lobos en Escandinavia prehistórica. La combinación de aislamiento geográfico, dieta marina, baja diversidad genética, tamaño reducido, lesión incapacitante y un contexto humano continuado convierte a estos dos animales en un caso único. El estudio abre así la puerta a reconsiderar hasta qué punto los lobos pudieron integrarse, aunque fuese de manera marginal o funcional, en las prácticas de las comunidades humanas del Neolítico y la Edad del Bronce.