La abrupta salida de Alejandro Gertz Manero de la Fiscalía General de la República exhibe el estilo con el que Claudia Sheinbaum inaugura su propio régimen: control total, cero disidencias y operación quirúrgica para remover obstáculos. La narrativa oficial habla de “causas de fuerza mayor”, pero el trasfondo revela una expulsión calculada.
Gertz no era un fiscal incómodo para López Obrador, sino un aliado útil, tolerado pese a sus excesos y contradicciones. Para Sheinbaum, en cambio, representaba un riesgo real: un operador viejo, con agenda propia y suficiente información explosiva para entorpecer cualquier intento de reacomodo interno en la estructura de justicia federal.
El punto de quiebre no habría sido su desgaste público ni sus decisiones más polémicas, sino las filtraciones reci

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