Una niña de Palma reveló que su tío abusaba sexualmente de ella tras una charla el 25N en su colegio. El 25N o los talleres sobre igualdad se combaten desde parte de la derecha porque ellos se creen los únicos capaces de tipificar la educación sexual, algo que solo existe cuando coincide con su pudor

Hay quien piensa que las charlas feministas en los colegios son como la decoración de Carnaval o Navidad: un trámite estético, un punto lila en un edificio, pancartas moradas hechas a mano con rotuladores gordos, minutos de silencio performáticos y un puñado de adultos repitiendo la tabla de multiplicar de turno. Por supuesto, hay quien piensa, con convencimiento, algo peor: se burlan de esos actos, los califican como adoctrinamiento, consideran militancia ideológica que se explique en un colegio que el cuerpo propio es propio, que el consentimiento tiene que ser la mayor frontera. Lo hacen porque saben que es importantísimo hablar, claro. El 25N, los talleres sobre igualdad en los colegios, se combaten desde parte de la derecha porque ellos se creen los únicos capaces de tipificar la educación sexual, algo que solo existe cuando coincide con su pudor.

La pasada semana, una charla sobre el Día Internacional contra la Violencia de Género celebrada en un colegio de Palma, llevó a una niña de 9 años a revelar que su tío llevaba años abusando sexualmente de ella, un tío con el que convivía en su propia casa. Los profesores activaron de inmediato el protocolo previsto para estos casos y se alertó al juzgado de guardia y a la Policía Nacional, que apenas unas horas después arrestó al familiar.

Si en algún momento escucháis eso de que las charlas feministas o sobre educación sexual en los colegios son puro adoctrinamiento, podéis recordadles este caso en concreto, aunque hay muchos más, por supuesto. Este tipo de charlas en escuelas son fundamentales porque el día de mañana si otra niña o niño escucha la palabra “límites” o “tienes que pedir ayuda”, quizá no piense que son términos meramente conceptuales, sino algo que coincide con su propia historia personal. Pero es que, además, la educación sexual es ahora mismo urgentísima porque mientras para algunos adultos YouTube se reduce a videos de mapaches tirando cubos de basura, para bastantes niños y adolescentes, las redes sociales significan ahora mismo vídeos de misóginos, incels aprovechándose de la misoginia para alimentar crecientes cultos a la personalidad, odio explícito a mujeres, pornografía vengativa, la pornografía deepfake que ya está llegando, o la simple imposibilidad de escapar del acoso.

En los colegios el asunto no puede limitarse a charlas en uno o dos días señalados del año. Por poner un ejemplo menor: todavía hay muchos centros en los que las niñas son castigadas por llevar la falda por encima de la rodilla o el escote un poquito pronunciado. En mi colegio esto estaba tan normalizado que ni siquiera nos sorprendía. Nos íbamos al baño, con la reprimenda previa, le quitábamos la vuelta extra en la cintura a la falda y volvíamos a aparecer por clase con la longitud adecuada para evitar miradas obscenas. Yo ahora soy consciente de que cuando esto pasa, aunque no sea de forma intencionada, el mensaje que se transmite es que son las niñas las que tienen que taparse para evitar el acoso. En los colegios hace falta hablar, pero también hace falta predicar con lo que se habla.