El silencio, a veces, también hace ruido. Y en Río Cuarto el estruendo llegó de la mano de un entrenador parco, serio, de gestos duros y pocas palabras, pero de ideas firmes. Iván Delfino, el técnico que jamás prometió maravillas ni humo, terminó cumpliendo el sueño máximo: llevar a Estudiantes de Río Cuarto a la Primera División. Sí, el León volvió a codearse con los grandes y lo hizo a su manera. A la manera Delfino.

Porque si algo caracterizó a este proceso fue la simpleza. Nada de lujos, nada de espejitos de colores. Un equipo corto, solidario, con poco gol pero con una convicción innegociable: que para ganar primero hay que no perder. Y así, partido a partido, con ese estilo que más de uno tildó de “aburrido”, Estudiantes se volvió un hueso duro, durísimo. Sólido atrás, áspero en el

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