En México el poder es cosa de la historia… del pasado; dejó de ejercerse desde las instituciones, con sus presupuestos y sus leyes. Hoy, el verdadero poder —el que moldea percepciones, neutraliza críticas y ordena el debate público— está en otro lugar: en la narrativa.

Está en la capacidad de contar la historia antes que los hechos lo testifiquen, de nombrar lo que ocurre antes de que la gente pueda sentirlo, y de imponer una versión que se repite más rápido que la realidad misma.

Existe una lógica básica del poder: “No sobreviven los más justos ni los más brillantes, sobreviven los que controlan la narrativa.” Y el gobierno federal lo ha entendido con una maestría inquietante.

Esta semana, los hechos así lo confirmaron. Mientras un mega bloqueo nacional paralizó las principales carrete

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